viernes, 22 de julio de 2011

El viajero del yermo

¿En qué profundidades distantes, en qué cielos ardió el fuego de tus ojos?
- William Blake


Una nube de polvo cubría el camino. El pistolero avanzaba despacio por el yermo, nada tras el, nada delante, sólo lo que llevaba encima y hasta eso era poco. Una pistola, un sombrero, una guitarra y cientos de recuerdos que, poco a poco, se iban convirtiendo en ese mismo polvo que pisaba.
Por fin encontró un recodo entre unas rocas, apenas un preludio de la montaña que había detrás. Allí se sentó y afinó su guitarra un poco, se sorprendió, pues apenas tuvo que tocar la quinta cuerda. Maldita cuerda, nunca conseguía que sonara como en aquellos días, cuando, con ella sentada en la cama, era capaz de decirle aquellas cosas con esa guitarra.
Ahora todo era yermo, y su sombrero, y su pistola, y su guitarra.
Se resignó a que ya estaba bastante afinada, colocó los dedos en posición, encallecidos, preparó su mano izquierda, con esas uñas horribles y... nada. 


Nada.





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